La Vitamina C surgió por primera vez como herramienta para el tratamiento de cáncer en los años 1950. Su efecto en la producción y protección de colágeno condujo a la postulación de la hipótesis propuesta por varios científicos, la cual indica que la restitución de ascorbato, protege el tejido normal ante la invasión tumoral y metástasis.
El Dr. Ronald Hunninghake, un experto en vitamina C reconocido internacionalmente, junto con el Dr. Hugh Riordan, quien realizó investigaciones acerca de la vitamina C intravenosa (IV) para los pacientes con cáncer, descubrieron que la mayoría de los pacientes con cáncer tenían deficiencia de vitamina C, especialmente aquellos con cáncer avanzado o terminales.
El Dr. Riordan realizó un proyecto de investigación de 15 años de duración llamado RECNAC (cáncer escrito al revés). Su investigación innovadora de cultivos celulares mostró que la vitamina C tenía una actividad citotóxica selectiva contra las células cancerígenas. Las células cancerígenas…dependen de la glucosa como su fuente principal de combustible metabólico. En la gran mayoría de los animales, la vitamina C se sintetiza de la glucosa en sólo cuatro pasos metabólicos. Por lo tanto, la forma molecular de la vitamina C es notablemente similar a la glucosa. Las células de cáncer trasportan activamente la vitamina C hacia sí mismas, posiblemente debido a que la confunden con la glucosa.
Si se presentan grandes cantidades de vitamina C a las células cancerígenas, se absorberá bastante. En estas concentraciones inusualmente grandes, la
vitamina C antioxidante comenzará a comportarse como un PROOXIDANTE, conforme interactúa con el cobre y el hierro intracelular. Esta interacción
química produce pequeñas cantidades de peróxido de hidrógeno.
Ya que las células cancerígenas tienen una cantidad relativamente baja de una enzima antioxidante intracelular llamada catalasa, la inducción del peróxido por la dosis alta de vitamina C continuará acumulándose, ¡hasta que eventualmente rompa la célula de cáncer de dentro hacia afuera! Esto convierte efectivamente a una dosis alta de vitamina C intravenosa en un agente quimioterapéutico no tóxico.
Según el protocolo de RIORDAN las razones por las cuales se utilizan infusiones intravenosas de ascorbato para tratar el cáncer, es porque a concentraciones plasmáticas de ascorbato en el rango milimolar (mM) se pueden conseguir de forma segura solo por vía endovenosa. A concentraciones mM, la vitamina C presenta toxicidad preferencial en las células cancerígenas in vitro; y es capaz de inhibir angiogénesis in vivo e in vitro.
De acuerdo con el Instituto Nacional del Cáncer de los EEUU otros estudios han demostrado que las dosis altas de vitamina C pueden ayudar a disminuir la
velocidad del crecimiento de las células de cáncer de próstata, páncreas, hígado y colon. El instituto también reconoce estudios realizados con humanos que
muestran que la vitamina C intravenosa puede ayudar a mejorar síntomas relacionados con el cáncer y el tratamiento del cáncer, como la fatiga, náuseas,
vómitos y pérdida del apetito. A pesar de todos estos beneficios, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) no ha aprobado
las dosis altas de vitamina C intravenosa para el tratamiento del cáncer ni de cualquier otra enfermedad.
El tratamiento contra el cáncer, las enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer ELA y mal de Parkinson, y el antienvejecimiento, todos estos
males comparten el mismo defecto metabólico principal – la disfunción de la mitocondria.
El Dr. Otto Warburg fue un doctor en medicina y con doctorado, al cual muchos expertos consideran como uno de los bioquímicos más brillantes del siglo XX. Recibió su Premio Nobel en 1931 por descubrir que prácticamente ninguna célula cancerígena utiliza oxígeno para generar energía, sino que fermenta
glucosa para obtener toda su energía.
Sin embargo es importante aclarar que la vitamina C no trata el defecto principal responsable de la mayoría de los cánceres, la disfunción mitocondrial.